domingo, julio 06, 2025

Luna



Desde hoy serás mi luna,
luna que alumbra la noche en este oscuro rodar de mi existencia,
en esta vida condenada al anonimato,
en este despeñadero de dioses y de hombres —como dice Vargas Vila—.
Tú serás la luz en mi camino: tenue,
pero suficiente para evitar el descalabro y la caída en el desconsuelo.
Tú, con tu luz, alumbrarás mi senda
y evitarás, por un tiempo, mi caída hacia la nada.

Y será así:
una hecatombe de sueños, un derrumbe de anhelos,
como la crónica de lo inevitable.

Creciente al inicio —preludio de anhelos—,
envuelta en ilusiones y esperanzas:
¿alcanzará esta para ser feliz?

Luego, llena, luminosa como el día,
plena de deseos y delirios,
a modo de una explosión de luz.

Y después, cuando te vayas,
de a poquito alejándote y tornándote más distante,
entonces serás menguante.
Y de a poco —tal un epílogo anunciado—
mi vida se apagará como en un eclipse:
eclipse de sueños y quimeras.

Y después, cuando ya te hayas ido
y me dejes en la oscuridad,
entonces no habrá para mí luna nueva.

¿Valdrá la pena seguir en este peregrinar a tientas
en la noche de mi vida?


viernes, julio 04, 2025

Algo de mí se quedó en los bosques

 

Hay partes de uno que nunca emigran. Quedan allí, 

entre los helechos y el aliento de la escarcha.

 Una liebre huye, cruzando cercos invisibles,

 burlando la torpeza de los perros que sólo entienden el ahora.

 Las cantaurias vuelan en círculos, como joyas animadas, 

y uno cree que el cielo tiene insectos de gala.

Luciérnagas titilan como si el bosque susurrara algo, algo antiguo.

Las libélulas giran, hélices vivientes, guardianas de estanques que ya no existen.

El barro, frío, sube por las botas; las hojas crujen como vidrio quebrado.

Y allí, en esa eternidad de invierno, entre juncos y robles,

algo de mí se quedó —no perdido, sino plantado.